Jefes y gerifaltes de Estado

Ayer amanecíamos con dos noticias de gran calado popular, pero de gran diferencia en cuanto a la trascendencia «global» se refiere. Por, una parte, como todo el planeta sabe, la defunción del comandante venezolano Hugo Chávez y, por otra, la desilusionante noticia de una explosión en el centro hospitalario en el que se encuentra estos días nuestro rufián jefe de Estado, el tan «don» Juan Carlos I. 

Ambas noticias generaron un crisol de emociones bien dispares. Para unos, la muerte de Chávez supuso la tranquilidad de ver a un dictador muerto, para otros, la obvia amenaza del futuro de un país que viene siendo uno de los bastiones defensivos de la dignidad e integridad de América durante casi una quincena de años. En nuestras fronteras ocurre lo mismo: para los ciegos devotos, el gran susto de ver peligrar la vida de su soberano; para otros, la decepción de descubrir que dicha explosión no se trataba de ningún tipo de atentado y que, por consiguiente, su ilustrísima continúa sin sufrir ningún tipo de peligro vital, más allá de los que su propia etílica torpeza puedan conducirle…Imagen Sea como fuere, el caso es que ambas noticias han generado en nuestro país -y concretamente en el batiburrillo autoinformativo de nuestras redes suciales- un enriquecedor debate acerca de las dos figuras soberanas. Pocos han de ser quienes no hayan visto la cómica imagen en que se compara el estatuto legaliforme y la consiguiente nomenclatura soberana de ambos sujetos. Como se verá a continuación, en ellas se muestra al comandante como un individuo elegido por su pueblo y tildado de dictador y, por contra, al monarca colocado por nuestro Patascortas en lo que hoy llamamos una democracia: Imagen

 

Asi las cosas, como decía, las redes se mostraban repletas de pequeños debates acerca de dichas comparaciones, pues parece ser que sólo los muertos hacen que la gente deje de subir gilipolleces a las redes, comentando el sabor del bocadillo que acaban de devorar o narrando cuántas veces han tocado la zambomba en el último día. Es, por consiguiente, muy loable comprobar cómo la ciudadanía española desvía su mirada momentáneamente de su obcecación onfaloscópica para dirigirla hacia un problema de cariz universal.

Encontramos, así, detractores del comandante que celebran su esperada muerte escudados en que dicho elemento significase la liberación de las garras de un terrible dictador anquilosado ya en un pretérito poder obsoleto y cargado de parafernalia cheguevarista; por otra, los defensores de UNA MÁS de las figuras del socialismo americano que lleva años luchando por recobrar la dignidad de un continente fagocitado por las fauces del norteño caníbal uncle Sam. 

Esto nos conduce a la primera y necesaria reflexión acerca de su figura y el tipo de crítica que un español pueda realizar a años luz de distancia de una sociedad que desconocemos de primera mano y que, en consecuencia, sólo podemos ejercer desde la realidad postrada por los medios de descomunicación. Desde nuestra supuesta comodidad democrática observamos la figura del comandante como la de un dictador que dista en demasía de la dignidad de lo que se supone que aquí disfrutamos, es decir, la pantomima democrática occidental par excellance de contar con unas votaciones «libres»; frente a un caudillo prolongado en el tiempo supuestamente por la fuerza y contrariamente dirigida por una ciudadanía libre, como también ocurriera con el barbudo de la isla azucarera.

Por otra parte, a los defensores se NOS achaca demasiado gratuitamente el que alabemos la figura del defensor de la causa bolivariana -que para los poco duchos, no significa que venga de Bolivia, sino de el ilustre indiano Simón Bolivar-.Imagen

No se comprende que, pese a que admitamos que la figura del comandante no sea del todo occidentalmente un soberano elegido legalmente -cosa que aquí debieramos decir con la boca pequeña, y ya hablaremos ahora de ello- comprendamos que Chávez significa para nosotros algo más que un individuo, puesto que, como un tocayo y compañero filósofo comentaba ayer, no se trata de equiparar al «mono» con el iconografiado comandante del Alba, que está más próximo a la figura mediática kurtcobaniana que al representante del movimiento americanista que continúa luchando contra las ya mentadas garras de los vecinos sionistas del norte.

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No sé si ahora hablo únicamente a título personal -y si lo es así me la trae floja, puesto que creo que así es como todo individuo debiera opinar SIEMPRE-, pero lo que a mí más me importa de Chávez no es su repercusión mediática -y eso que nos ha regalado un sinfín de ingeniosos comentarios frente a la nueva madre bestial, como acostumbraron a llamarnos los argentinos- sino el legado que él deja en toda América, como ya digo por tercera vez. Por lo tanto, creo que lo que el pueblo español debiera debatir no es si Hugo fue legítimamente un soberano digno o no, lo primero porque muchos datos animan a más de uno a confiar en quien ha conseguido nacionalizar las riquezas que tanto los EEUU como nuestra querida España llevan décadas robando de sus tierras, así como asegurar que lo que aquí llamamos Estado de Bienestar -sanidad, educación y compromiso social- se cumpla allende los mares en una sociedad dirigida por un movimiento socialista.

Por lo tanto, espero que  lo que comience a debatirse ahora sea el incierto futuro de este bastión defensivo, puesto que la tendencia a «democratizar» el planeta entero pueda dirigirnos impepinablemente a alabar la figura de ese puñetero ayankeelizado portador de gorritas de béisbol y politos de marca, Eduardo Capriles, que asoma como el futuro garante de la eliminación de una dictadura y el advenimiento de la democracia made in USA.

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La segunda parte de estos debates devuelve la mirada a nuestro suelo patrio. Es de todos bien sabido que la monarquía española no pasa por su mejor momento, así como, en general, toda la putrefacta esfera del poder del país, que cada día crece como un incontrolable cáncer, puesto que ya no sólo se trata de la monarquía, las vomitivamente calificadas aristocracias -algo de lo que ya hablé en otras entradas y no quisiera ser demasiado redundante-, las CASTAS políticas o las entidades bancarias y demás herramientas de poder económico; puesto que a ellos se les suman el sistema judicial -que no sé cómo pueden dormir tranquilos… aah sí, si es que forman parte de la misma entidad política que el poder ejecutivo y el legislativo… si los ilustrados levantasen la cabeza…- así como figuras mediáticas de alto calado como sean las inocentes mujeres del tal Julián Muñoz o el reptil Bárcenas, que -pobrecitas ellas- no sabían qué cantidad de riqueza poseían en sus cuentas corrientes.

Pero bueno, que me lío, retomemos la figura del monarca y la imagen que abría este debate: la cuestión es que la integridad y valencia de la figura del mismo comienza a ser más que discutida entre todo tipo de sectores etarios, ya sean los directos «hijos de la democracia», quienes le siguen viendo como el legítimo sustentador de la democracia, o los nietos, quienes tan sólo le vemos como una costrosa -y costosa- lacra de la cual no podemos deshacernos -de ahí que muchos deseásemos ayer que la noticia de la explosión remitiese más bien a un atentado que a un fallo técnico en las instalaciones de la institución.

Ningún español debe olvidar que este monarca, que de primeras ni es español, está donde está porque la cúpula del poder franquista así lo quiso, sin que se le preguntara a la supuesta nueva ciudadanía democrática si deseara o no un monarca, aunque claro, frente a lo que dejaban atrás, es de fácil comprensión que la figura de un monarca supusiera una liberación y un atisbo de progreso.

Queramos o no, este apátrida destructor de la nación lleva 38 añazos en el poder sin que se le rechiste demasiado y, al igual que Franco con sus pantanos, la única aserción positiva a su favor sea que frenó un golpe de estado que las actuales generaciones entendemos como otra pantomima mediática más para ganarse la confianza de sus súbditos. La realidad es que este gerifalte ostenta el honor de perpetuar los lazos del franquismo y el pútrido y obsoleto catolicismo, impune y veladamente, haciendo ver que su perpetiudad responde más bien a la inofensividad de sus entidades que al verdadero deseo de quien legalmente debiera ejercer la soberanía nacional.

Lástima comprobar que ese amasijo de papeluchos que llamamos Constitución, cada día se asemeje más que gramaticalmente a la prostitución. Nosotros ponemos el culo y ellos la pasta; y para más inri, encima nos convierten en putas baratas, haciendo que «su» pueblo tenga que suicidarse por encontrarse desahuciados y desintegrados por alimañas e hipotecarias instituciones antidemocráticas.

Ya he comentado varias veces el poder que las democracias de hoy día ostentan frente a los desfasados sistemas dictatoriales. Para una mejor clarividencia, os recomiendo veáis el maravilloso documental de Pino Solanas, Memoria del saqueo, en el que, además de explicarnos el mecanismo por el que se llegó al corralito, se nos muestra cómo los actuales mandatarios de nuestras supuestas democracias no son más que buitres disfrazados de nobles águilas reales. Al igual que las tierras argentas sufrieron el desfalco ejercido por auténticos dictadores como Médem, España sufre hoy el desangramiento llevado a cabo por este partido de tenis que ejecutan los «dos» únicos partidos -valga la redundancia- que parecen poder ostentar el poder. Vivimos un estado policial que hacía décadas no sembraba semejante terror e inestabilidad entre nuestros ciudadanos, puesto que, junto a los ricachones y los amigos del poder, son los únicos sectores que han visto reforzada su integridad en estos años de violación de los derechos sociales.Imagen

Ya no es sólo que a Juancar no le haya elegido nadie, sino que lo más lamentable es ver como este hijo de mil padres se pasea sonriente por doquier tratando de amenizar este estado de sitio con su «campechana» sonrisa. No sé cómo puede estar orgulloso de ser el ostentoso soberano de un pueblo que comienza a morirse de hambre o se suicida frente a este desfalco sionista. Parafraseando al señor Thomas Moro, gobernar un pueblo de miserables -y no por nuestra integridad existencial, sino por la miserable condición político-social a la que nos empujan- no es digno de un buen soberano. Otro que no sé cómo puede dormir tranquilo.

Se replantea, entonces, la dignidad de la figura de nuestro monarca, el cual, como diría Adolphe Thiers, reina pero no gobierna, y si lo debido sea el que se delegue dicha labor a esta casta de inútiles desalmados que ostentan la nomenclatura de demócratas. Así como muchos comentan, el germano Führer fue elegido democráticamente por un pueblo desesperado por la inestabilidad social de su momento y alabado por miles de ciudadanos esperanzados por un verdadero cambio radical

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Así también se replantea hoy la validez del hecho de que nuestro simiesco presidente, como otro tocayo y paisano alcalaíno ayer comentaba, haya sido también elegido por un gran sector de la ciudadanía ibérica. Por lo tanto, dejemos de centrarnos en enfocar nuestra mirada en la paja del ojo ajeno y centrémonos un poco más en qué coños le ocurre a un país que, antes de que el abominable nacional-catolicista destructor de España arramplara con la dignidad de sus individuos, se consiguió derrocar a la familia Borbón y construir una estructura política que respondía mucho más claramente a las demandas democráticas de nuestro presente.


Hagamos, pues, más autocrítica y replanteemonos por qué narices nuestro pueblo sigue tan dormido y anulado como para permitir que esta simiesca casta de inhumanos hoy día nos gobierne.

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Siento mucho si hoy me he extendido demasiado, pero las relajadas ganas de escribir que me abrumaban desde comienzo de este año, debían estallar ya de alguna extensa manera.

Gracias y resucitemos de una vez a la bestia española!! 

 

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